Guia para la detección y Seguimiento de casos de Violencia y Abuso Infantil
Guía para la Detección y Seguimiento de Casos de Violencia y Abuso Infantil.
1. ¿Qué entendemos por violencia?
La violencia en sus diferentes manifestaciones es un problema que toca a cada uno de los niveles del entramado social. Si bien algunos de sus efectos son muy evidentes, existen otros que permanecen invisibles y forman parte de lo cotidiano. La naturalización de la violencia responde en gran parte a patrones culturales . Identificar estos patrones ofrece una posibilidad para transfórmalos, así mismo nos permite tener una visión más amplia a la hora de identificar un caso, identificando sus raíces estructurales.
La violencia tiene un origen social y está directamente relacionada con la forma en la que se
desarrollan los patrones de socialización en nuestra cultura. Estos patrones
parten de una idea que conceptualiza, justifica el hacer social, posibilitando
ciertas formas de participación que se expresan en tradiciones, ideologías,
sentimientos, conceptos, formas de ser, formas de hacer y necesidades sociales.
La Organización de las Naciones Unidas plantea que violencia es "toda forma de
perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o
explotación, incluido el abuso sexual", dicha definición está basada en lo que
establece el Artículo 19 de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN).
1.1.Tipos de violencia
Los tipos de violencia más frecuentes contra niñas, niños y
adolescentes se dan principalmente en el ámbito intrafamiliar y principalmente
por adultos. Sin embargo, la violencia también está presente en el resto de los espacios en los que
interactúan, incluso en las relaciones que establecen niñas y niños entre sí.
La violencia, de acuerdo al contexto en el que se da, se puede
clasificar como familiar, escolar, institucional, laboral y comunitaria; y por
su naturaleza tenemos violencia:
- Física
- Psicológica
- Negligencia/Abandono físico-emocional
-Sexual
Violencia física:
Cualquier acción, única o repetida, no accidental, perpetrada por una
persona mayor contra un niño, que puede causarle daño físico. El daño puede
variar de una lesión leve hasta la consecuencia extrema de la muerte. Una de las
formas de esa violencia son los castigos físicos, que comprenden actos que
agreden el cuerpo, provocando dolor. Eso incluye pegar con la mano o con un objeto
(vara, cinturón, látigo, zapato, cuerdas, etc.); dar puntapiés, provocar
quemaduras, sacudir al niño o empujarlo, pellizcarlo o tirarle del cabello, obligarlo a permanecer en posiciones
incómodas o indecorosas o hacer esfuerzos físicos excesivos. Este tipo de
violencia puede tener consecuencias físicas y psicológicas, dejando o no marcas aparentes.
Es toda acción que causa o puede causar daño a la autoestima, a la
identidad o al desarrollo de la persona que la vive o que la atestigua. Incluye
amenazas, humillaciones,
agresiones verbales, discriminación, destrucción de pertenencias u
objetos de estima y apego para el niño, así como castigos humillantes.
Involucra el uso de insultos y chantajes, así como el acto de causar
vergüenza, ridiculizar, aislar o ignorar al niño o niña. La violencia
psicológica es más difícil de ser identificada, a pesar de acontecer con frecuencia
y tiene implicaciones importantes a nivel psicológico y afectivo,
obstaculizando el desarrollo pleno y sano de niñas, niños y adolescentes.
Abandono físico-emocional/Negligencia
Es la omisión de responsabilidad de uno o más miembros de la familia
con relación a niñas y niños, cuando dejan de proveer las necesidades básicas
para su desarrollo físico, emocional, social o cognitivo; puede caracterizarse
como abandono, falta de cuidados, de atención y de protección, o aun como la no
provisión de estímulos y de condiciones
para asistir a una institución educativa.
Éste puede causar atraso o perjuicio al desarrollo infantil o incluso
generar problemas de salud. A este nivel, es importante establecer una
diferencia entre la negligencia y
la situación de carencia de recursos de la familia, sean materiales o
emocionales, para proveer las condiciones adecuadas para el desarrollo
infantil.
Violencia sexual:
Incluye el abuso sexual (intra y extrafamiliar) y la explotación sexual
comercial en sus distintas modalidades (explotación sexual en sí misma, tráfico
para fines sexuales,
turismo sexual y pornografía infantil).
Este tipo de violencia tiene consecuencias importantes a nivel físico,
emocional y espiritual en los niños.
Abuso sexual: El abuso
sexual es la utilización del cuerpo del niño para estimularlo sexualmente o
para obtener satisfacción sexual, por parte de un adulto o
de un adolescente en etapa
de desarrollo psicosexual más avanzada. Puede ocurrir con o sin el uso de la
violencia física, con o sin penetración. El abuso es cometido a través de
fuerza, engaño, soborno, violencia psicológica o moral. Desnudar, tocar,
acariciar las partes íntimas, llevar a mirar o a participar de prácticas
sexuales de cualquier
naturaleza son
consideradas formas de abuso sexual.
Explotación sexual
comercial: Se refiere a la práctica sexual con niños con fines comerciales. Son
considerados explotadores el cliente que paga por los servicios sexuales, y los
intermediarios, o sea, aquellos que inducen, facilitan u obligan los niños a someterse
a esas prácticas. La explotación sexual comercial de niños en la primera
infancia puede
suceder incluso en el
ámbito doméstico, siendo perpetrada por las personas más cercanas al niño.
1.2.Consecuencias y
señales de la violencia
Las consecuencias que
tiene a corto y mediano plazo en niños y niñas vivir condiciones de violencia,
pueden ser muy variadas y dependen de las formas de violencia experimentadas,
de su nivel de gravedad y de la duración de la vivencia.
Sin embargo, con
frecuencia puede hablarse de que las consecuencias son serias, impactan directamente
sus posibilidades de desarrollo y generan mayor susceptibilidad a sufrir
problemas sociales, emocionales y cognitivos de por vida, así como a presentar
comportamientos que son perjudiciales para la salud, como adicciones e
iniciación precoz de la actividad sexual.
El informe de Naciones
Unidas sobre Violencia, señala que hay algunos signos que permiten captar
cuando niños y niñas están viviendo situaciones de violencia de manera
sistemática. Entre estos signos, destacan los siguientes:
- A nivel físico:
- A nivel cognitivo:
- En su conducta:
- En sus prácticas:
dolores de cabeza y estómago,
enuresis (incontinencia urinaria), síntomas de desnutrición, tez pálida, decoloraciones
en la piel, golpes y heridas, somatización, pesadillas y otros problemas de
sueño.
problemas de atención y
retención, alteraciones de la memoria, deficiente desempeño escolar.
hiperactividad, miedo, hostilidad,
agresión, ansiedad, angustia, falta de interés, retraimiento, trastornos
depresivos y otros síntomas de estrés post-traumático como exageración del
peligro.
falta de higiene personal,
baja autoestima, ausentismo, incapacidad para relacionarse, reacciones
emocionales intensas, acciones perjudiciales para su salud como consumo de
drogas, sexo temprano, tendencias suicidas y daño auto-infringido.
Es importante observar a
niños y niñas y en caso de que se perciba alguno de estos signos, procurar un
acercamiento tanto con ellos como con las y los docentes y sus familias para
conocer la situación, más adelante explicaremos algunos mecanismos de
acercamiento inicial. (Save the Children, 2006)
Este acercamiento nos
permite no dejar que las niñas y los niños afronten solos la violencia, ya que
si un niño o niña que sufre violencia es incapaz de encontrar a alguien en
quien pueda confiar y de quien pueda obtener protección, es probable que la
violencia continúe. El niño o niña podría perder la esperanza de encontrar
apoyo y no buscar ayuda la segunda vez.
2. Detección de casos
2.1. ¿Cómo podemos
enterarnos que niñas y niños sufren o han sufrido violencia?
Desde la práctica docente,
los educadores o miembros de los comités escolares pueden referirse a las
siguientes opciones:
Terceras personas:
Maestros, vecinos o amigos
de niñas y niños.
Familiares directos:
La misma familia puede ser
quien se acerque para referir alguna situación de violencia que están viviendo
en su casa y que está teniendo repercusiones en niñas y niños a su cargo.
Cambios de comportamiento:
Ser sensibles y estar
atentos a indicadores de situaciones de violencia, nos permiten acercarnos a niñas
y niños e indagar sobre cambios en su comportamiento o situaciones particulares
que hayan surgido durante las actividades y de ser necesario brindar
acompañamiento.
Charla directa:
De acuerdo al grado de
confianza generada por el cuidador, educador o promotor, niñas y niños pueden
acercarse y referirles situaciones que les estén afectando.
A continuación se
presentan algunos ejemplos de situaciones en las que la conducta de los
niños/as da indicios de que pueden estar viviendo situaciones de violencia:
Pablo
Tiene 9 años y últimamente
se ha alejado de sus compañeros, no juega ni come en el recreo. El maestro notó
que mientras los demás juegan a la pelota, él se asusta y se pone nervioso cada
vez que una pelota pasa cerca de él. Al cabo de poco tiempo el profesor también
notó que sus compañeros no quieren hacer equipos de trabajo con Pablo y se
burlan de él cada vez que quiere participar en clase. Su madre asiste a las reuniones
de grupo, pero sabemos que trabaja todo el día y pasa poco tiempo con Pablo.
Rosa
Tiene 11 años y en el
último mes ha faltado mucho a la escuela, en ocasiones llega desaliñada y en
otras es muy notorio que se esmera en su arreglo personal. Regularmente Rosa
participa en las clases, se lleva muy bien con sus compañeros y compañeras,
aunque con los niños realiza juegos agresivos. La madre de Rosa asiste pocas
veces a las reuniones y cuando lo hace, llega sin la niña y se sale antes de
que la reunión termine. Las amigas de Rosa se acercaron a la maestra para
comentarle que ella les mostró unas marcas que
tiene en las piernas y
brazos, la maestra se acercó a la niña y ella dijo que se había caído.
Felipe
Tiene 13 años, es
participativo en clase, regularmente llega tarde a la escuela y no cumple con
las tareas. Al inscribirse a la primaria, asistió solo a realizar el trámite
argumentando que quienes se hacen responsables de él no podían ir en ese
momento pero que lo harían más tarde; a la fecha tiene su documentación incompleta
y sus responsables no se han presentado. La madre de un compañero de Felipe
cuenta que en ocasiones se queda a dormir con su hijo porque hacen la tarea
juntos. Felipe le contó a su maestra que
trabaja y no vive con sus
padres, vive en la casa de su tío, pero no le gusta vivir ahí porque no lo
tratan bien.
Después de revisar los
ejemplos ¿qué criterios cree que pueden hacernos pensar
que estamos frente a una
situación de violencia, abuso o explotación?
Una vez detectado un caso
es importante iniciar con los pasos de la ruta crítica
dado lo delicadas que
pueden llegar a ser las situaciones vividas por niñas y niños.
2.2. Rol del adulto ante
la detección de un caso
Cualquier persona que
trate y trabaje de forma cercana con niñas y niños, debe tener
claro su papel como
responsable de garantizar la protección ante cualquier tipo
de violencia y
explotación. El educador, cuidador o promotor es un puente entre
niñas, niños y sus
familiares, y los servicios necesarios para garantizar su bienestar y
protección integral.
El primer contacto es la
base para contar con las herramientas necesarias para establecer una ruta
crítica; en muchas ocasiones el adulto es la persona que tiene este primer contacto
con el niño o la niña, por lo que es importante que sea consciente de su rol,
considerando los siguientes elementos para guiar su intervención:
Empatía:
Implica poder comprender a
los demás e interactuar eficazmente con ellos. Es también, ser sensible a los
estados de ánimo, modos y humores del otro. Implica poder hacerle saber a quién
nos cuenta una situación adversa que comprendemos cómo se siente.
Información completa:
Tener claro cuál es la
información necesaria para tener un panorama general del caso, que permita
establecer posibles acciones de seguimiento.
Construir opciones:
Dada su cercanía al
contexto de niñas y niños, al momento de elaborar la ruta crítica para la
acción, la experiencia del adulto que está dando seguimiento al caso aporta
elementos de gran importancia. En ese sentido, si el adulto no siente que
cuenta con los elementos que se requieren para apoyar el proceso, ya sea porque
él mismo tiene una experiencia de abuso no trabajada, o por cualquier otra
causa, lo mejor será canalizar el caso a quien pueda atenderlo.
Asegurar atención:
A través del mapeo de
actores es importante detectar las instancias que pueden ofrecer atención
especializada al caso, establecer el vínculo con ellas y platicar sobre las
opciones con el niño o la niña.
Fortalecer la relación
(anclaje):
Mantener un interés legítimo
en el caso que permita fortalecer la relación y confianza tanto del niño o niña
y su familia.
Contención emocional:
Si bien no damos asesoría
psicología, es importante que se tenga claro cuáles son los procedimientos
básicos de primeros auxilios psicológicos, que permiten hacer un trabajo de
contención emocional y en caso de tenerlos, solicitar apoyo a alguien del
equipo que si los tenga.
Seguimiento:
Una vez iniciado el
proceso, el adulto debe mantener el contacto con la niña o niño para indagar
cómo se siente en el proceso, ver si las acciones se están desarrollando lo o
la hacen sentir segura y tomar en cuenta su opinión en todo el proceso,
explicándole claramente las implicaciones de cada paso.
3.
Ruta Crítica
El primer contacto es crucial
para la elaboración de un diagnóstico adecuado, que permitirá establecer una
ruta de atención clara.
3.1. Primer
contacto
Los objetivos del primer
contacto son buscar que la niña o el niño sienta que se le escucha, acepta,
entiende y apoya; lo que a su vez conduce a una disminución en la intensidad de
su ansiedad; sirve también para reducir el dolor de estar sola o solo, por lo
que es importante ser empáticos y sintonizarse con los sentimientos y
necesidades del niño o la niña que nos hablan del maltrato que vive.
A sí mismo, se le invita a
hablar y a escucharse sobre lo sucedido (los hechos) y dar cuenta de sus
reacciones (sentimientos y actitudes) ante el acontecimiento, haciéndole saber
que no tiene la culpa de lo sucedido. Es importante recordar que siempre
debemos dar prioridad a la atención emocional y hacer saber al niño o la niña
que si
lo desean puede recibir ayuda
y que no se le obligará a hacer nada que no quiera.
Cuando el niño o la niña no
aceptan la ayuda o no desean comentar sobre la situación, pregunte si desea
hablar con otra persona y muéstrese en la disposición de ayudar cuando lo
requiera. Indague si hay un adulto responsable con quien podamos comentar la
situación y establezca contacto a la brevedad posible. Es importante que el
niño o
la niña sepan con quién se
hablará de la situación y que esto no les genere estrés. Este paso es de suma importancia
y comúnmente le denominamos identificación de red de apoyo.
Una vez que el niño o la
niña se encuentran en la disposición de comentar sobre lo sucedido, es
importante decirle que queremos ayudarle, pero lo haremos sólo si está de
acuerdo. Si acepta nuestra ayuda, iniciamos un proceso de indagación de la
situación, enfocándonos a tres momentos:
a) presente
El hace referencia a "qué
sucedió, cómo se siente, qué piensa".
b) pasado inmediato y
El remite a los acontecimientos
que condujeron a la situación de maltrato y su indagación implica preguntas como:
"quién, qué, dónde, cuándo, cómo", con lo cual debemos ser muy cuidadosos, recordemos
que no podemos obligar al niño o la niña a hablar de cosas que no quiere decir.
c) futuro inmediato.
Se enfoca hacia cuáles son
los eventuales riesgos para el niño o la niña, un análisis que nos
corresponderá hacer y así prepararnos para las soluciones inmediatas.
¿Qué sí hacer? y ¿Qué no
hacer?
Es importante tener en
cuenta que no necesitamos conocer todos los detalles de la violencia vivida por
el niño o niña, esto es tarea del Ministerio Público, o Juez (según el caso), o
en caso de la terapia especializada del analista o terapeuta.
Sólo es necesario escuchar
lo que quiera decir el niño o niña y únicamente requerimos la información
necesaria para brindar acompañamiento e implementar medidas de protección.
Necesitamos brindar contención emocional para facilitar que el niño o la niña
visualicen opciones o posibles soluciones.
El siguiente cuadro nos
muestra una serie de recomendaciones para este primer contacto:
Qué SI | Qué NO | |
1. Contacto | SI frente saber atendiendo. SI SI SI | NO NO NO NO NO NO situación. |
2. | SI SI Indagar responsable. SI lo que SI situación. SI | NO NO NO NO NO motivos. |
3. | SI SI opciones. SI SI SI | NO NO NO |
4. | sI SI Dar SI SI SI con un SI responsables | NO NO NO largo NO NO parezca |
5. | SI contacto. SI SI | NO más NO NO |
Documentar el caso
Para documentar el caso es
importante contar con un formato que nos permita recolectar la información, si
bien el primer contacto puede ser una situación no planeada y presentarse de
improviso, es importante que las personas que trabajan directamente con niños y
niñas, estén familiarizadas con la información que se requiere para establecer
una estrategia para atención del caso.
Una vez que se tenga
documentado el caso y, dependiendo de su gravedad, es importante comunicar la
situación a la persona responsable del centro escolar, al grupo docente
encargado del seguimiento de casos, o si hay establecido algún comité escolar
con funciones de detección y seguimiento de casos, a quien esté a cargo de
esto.
Comunicar un caso de este
tipo es importante para identificar las posibles alternativas de solución y
determinar en conjunto las estrategias a seguir.
Una vez que se tenga
documentado el caso y, dependiendo de su gravedad, es importante comunicar la
situación a la persona responsable del centro escolar, al grupo docente
encargado del seguimiento de casos, o si hay establecido algún comité escolar
con funciones de detección y seguimiento de casos, a quien esté a cargo de esto.
Comunicar un caso de este
tipo es importante para identificar las posibles alternativas de solución y
determinar en conjunto las estrategias a seguir.
3.2. Análisis
del problema
Finalmente después de
tener información del caso y establecer la contención necesaria, nos
centraremos en la identificación de soluciones, tanto para las necesidades
inmediatas como para las que pueden dejarse para después, respondiendo algunas
preguntas como:
- ¿Qué podemos hacer?
- ¿Qué necesitamos para
realizarlo?
- ¿Quiénes nos pueden
ayudar?
Al realizar la
priorización de soluciones se debe tener en cuenta que el interés primordial
será siempre proteger a la niña o al niño, por lo que las primeras acciones deben
de estar dirigidas a poner a salvo su integridad, así como procurar que las y
los adultos responsables participen en el proceso y asuman un compromiso. Un
primer punto será
identificar su red
familiar o social de apoyo para que se haga cargo de mantener un acompañamiento
para la niña o el niño.
Se debe analizar la red de
apoyo que nos refirió el niño o la niña, que pueden ser sus familiares cercanos
o adultos. Es importante detectar si el adulto, que será el responsable de acompañar
al niño o la niña en esta situación, está preparado para asumirla. Se han dado
casos en que dentro de la familia, se niegue que exista violencia, ya sea del padre
o la madre. Lo anterior nos arroja el dato que esta negación impedirá que
dichos adultos sean una buena opción para garantizar la protección de la niña o
el niño, por lo tanto, tenemos que indagar qué otra persona adulta de confianza
puede brindar protección.
También puede ocurrir que
la madre, el padre o el adulto responsable de la niña o el niño presente un
cuadro depresivo, o que por sus circunstancias personales no pueda garantizar
el cuidado de la niña o el niño. En este caso, debemos considerar canalizarle a
un tratamiento psicológico para que tenga la fortaleza de hacerle frente al
problema. En caso de que
la madre, el padre o el familiar accedan a apoyar al niño o niña, lo mejor es
brindarles la orientación necesaria para que sepa qué hacer, de preferencia con
la asesoría de alguien con experiencia en el tema (persona especializada,
organización, la Comisión de Derechos Humanos, etc).
Una vez identificadas las
opciones para el caso, debemos enlistar las respuestas y responsabilidades
esperadas por cada uno de los actores implicados. Estas opciones deben de
ordenarse paso a paso para establecer la o las rutas de acción. Estas rutas de
acción serán las que se le presenten al familiar que acompañará el caso.
Para cada una de las rutas
es necesario evaluar los riesgos que se tienen, tanto para el niño o niña, como
para la persona que ha identificado el caso y establecer posibles acciones para
hacer frente a estas circunstancias.
3.3. Seguimiento
Una vez que la o el adulto
responsable, en consenso con la niña o el niño, ha elegido una de las opciones
debemos acompañar el proceso para asegúranos de que:
- Los familiares que rodean al niño o la niña,
reciben orientación, con el fin de que sepan manejar la situación y no
re-victimizar.
- En caso de ser una
experiencia de violencia o abuso sexual, se buscará apoyo terapéutico.
- En caso de que el niño o
la niña y su familia deseen denunciar al adulto abusador debemos asegurarnos
que una institución pueda orientarlos
legalmente.
PASO 3: Soluciones posibles
PASO 3 soluciones posibles
1. Estrategias para
minimizar riesgos.
2. Establecimiento de
soluciones para salud física y salud emocional: Gestión e identificación de
instituciones para atender
estos rubros con niños, niñas y adolescentes.
3. Informar al apoyo
familiar de la situación y comunicar las posibles opciones.
4. Facilitar el acceso y
canalizar con las instituciones u organizaciones identificadas para dar atención,
en este punto se puede acompañar al familiar y a los niños, niñas y
adolescentes.
Paso 4: seguimiento
1. Contacto con las
organizaciones y/o instituciones que seguirán el caso para ubicar si se está dando
seguimiento.
2. Comunicación constante
con el familiar a cargo para identificar como se siente con la
atención recibida.
3. Comunicación con el
niño o niña para conocer cómo se siente con el proceso que está
llevando.
En resumen, ante la
detección de casos de violencia, abuso y explotación debemos tener presente:
ATENCIÓN CENTRADA EN EL
NIÑO/NIÑA.
Nuestro interés primordial
será siempre proteger al niño o niña y atender a sus necesidades, asegurarnos
de que las acciones a realizar pongan a salvo su integridad; así como procurar
que los adultos que participen en el proceso, asuman este mismo compromiso.
ENFOQUE EN EL PROCESO
EMOCIONAL.
Cuando se está enfrentando
un proceso de profundo dolor, tristeza y/o enojo, el discurso suele ser
incoherente y distorsionado, por lo que es necesario prestar atención a la
emoción que produce y dejarla
que fluya, sin intentar reprimirla.
GENERAR CONFIANZA.
Los niños y las niñas no
le cuentan sus problemas a quienes los reprimen constantemente. No esperemos a
tener un caso que atender para empezar a ganarnos su confianza, empecemos hoy tratando
a los niños y las niñas de la forma en que a nosotros nos gustaría ser
tratados.
ACEPTAR LO QUE EL NIÑO O
LA NIÑA ESTÁ VIVIENDO.
No tiene que estar de
acuerdo con todo lo que el niño o la niña dice, piensa y/o siente; sin embargo,
es importante aceptarlo y no forzar a que cambie, pues eso provoca que el
niño o la niña se sienta
culpable y desesperado, nos generaría un distanciamiento y pérdida de
confianza. Si aceptamos la situación del niño o la niña, nos ayudará a establecer
un vínculo de confianza.
NO CONFRONTAR AL NIÑO O
NIÑA CON SU AGRESOR.
Los agresores se valen de
amenazas e intimidaciones para que su abuso no sea revelado; ya sean verbales o
emocionales; para un niño o niña puede resultar un evento
traumático el tener que
acusar a su agresor frente a frente y probablemente el miedo lo obligue negar
sus acusaciones.
ACTUAR CON CAUTELA.
No se ponga en riesgo ni ponga
en riesgo al niño o niña, piense y analice las consecuencias de cada acción
antes de realizarla. Considere lo que es mejor para el niño o la niña,
sin apresurar el ritmo de
su proceso, recuerde que nuestro interés primordial es el bienestar del
niño/niña.
NO DAR CONSEJOS DIRECTOS.
Cada situación tiene una
solución diferente porque las personas somos todas diferentes, lo que en un
momento pudo funcionarle a usted, puede no funcionarle a otra persona, es mejor
respetar las decisiones del niño o la niña.
SER PACIENTE.
Establezca confianza y
movilice sus recursos. Tenga conocimiento de los lugares, profesionales o instituciones
con los que puede apoyarse y pedir ayuda. Si los resultados
no son los esperados,
responda las 4 preguntas claves para replantear la situación: ¿Cuáles son sus
ideas relacionadas con su dificultad o problema? ¿Qué ha hecho usted para mejorar
esta situación? ¿Qué es lo que ha impedido solucionar el problema? ¿Tiene usted
alguien que le ayude a solucionar su problema?
NO PROMETER LO QUE NO ES
POSIBLE.
Ya que esto puede provocar
que se pierda la credibilidad y la confianza.
USAR SIEMPRE UN SENTIDO DE
ESPERANZA.
Oriente al niño/niña o
responsable a pensar en las diferentes posibilidades con las que cuentan.
ESTABLECER UN COMPROMISO
DE BÚSQUEDA DE AYUDA.
Platique con el niño o niña
sobre las posibles personas o instituciones que pueden ayudarle y comprométase
a ayudarle a establecer contacto con ellos y si es necesario a
acompañarle durante el
proceso.
SER CONSCIENTE DE QUE LA
SOLUCIÓN NO DEPENDE TOTALMENTE DE USTED.
Es importante respetar las
decisiones del niño/niña y la familia, cuando las personas que han vivido algún
tipo de abuso y encuentran cierta estabilidad, desean conservarla, por lo que
en ocasiones suspenden el proceso a la mitad del camino; el respetar estas decisiones
puede evitarle tener sentimientos de frustración; recuerde que se trata de los intereses
del niño o la niña, no de los propios.
Finalmente, es importante
tomar en cuenta que estos procesos requieren de un seguimiento cercano hasta
asegurar que la niña o el niño sientan que han sido escuchados y atendidos en su
necesidad y que, de ser posible, están en una situación segura.